"Espacio urbano" |
Fragmento del libro "L'homme, ange ou demon"
Me gusta releer a Baruch Spinosa, (1632) porque aparte de ser un filósofo con ideas de avanzada valora todos los bienes materiales, entre ellos nuestra envoltura ósea. La neocelandesa Katherine Mansfield (1888-1923) se pregunta: “¿Para qué Dios nos ha dado un cuerpo si hemos de mantenerlo encerrado en un estuche como si fuera un valioso Stradivarius? ¿Por qué no disfrutarlo y gozarlo mientras se puede, no sería más natural que la represión? (No se si se refería a algunas religiones o su opinión era generalizada).
Baruch,
aconseja separar la razón de la
teología, siendo que éstas a veces se contradicen y una no puede ser esclava de
la otra. En un Estado libre cada cual puede pensar lo que quiera sin ocultar lo
que se piensa, ya que cada ser es dueño de sus propias ideas. Por derecho
natural cada individuo es libre de filosofar y obrar con el poder de la
inteligencia que Dios le ha otorgado, no vivir reprimido por miedo o
imposición. El dominio del miedo no permite la convivencia y el desarrollo
pacífico entre pensares opuestos. El fin
de la filosofía no es otro que la búsqueda de la verdad. Los fundamentos de la
fe hay que extraerlos de las escrituras, las revelaciones y los milagros. Las
profecías bíblicas o predicciones psíquicas de filósofos o astrólogos como
Nostradamus (año 1500), que pronosticó el surgimiento de Hitler en la Alemania
nazi. Particularmente yo no creo en enigmáticas predicciones aunque a veces
sean bastante específicas, como la ocurrida con J.F.Kennedy cuando en 1956 Jean
Dixon, predijo que un demócrata ganaría las elecciones presidenciales y lo
asesinarían en el cargo. La Biblia en el Antiguo Testamento (según la religión
católica), está compuesta de confirmaciones sobrenaturales referente a la
venida de Cristo nacido de una Virgen (profecías que se escribieron con
trescientos o cuatrocientos años de anticipación). Las tres grandes religiones
monoteístas: el cristianismo, el judaísmo, y el islamismo, reconocen la validez
de los milagros como medio de confirmación del mensaje de Dios.
Apoyándose en la dignidad humana, Baruch se
opuso contra la estrechez de la ortodoxia judía, su crítica sobre las Escrituras
lo llevaron a la excomunión de la sinagoga y casi la muerte. Judío de
nacimiento, en 1669 se estableció en La Haya. En 1674, los Estados de Holanda
prohíben la publicación de la “Ética”, su obra más querida y famosa.
¿Por qué no confesar que amamos el dinero si
es una representación de poder, posición social y valorización de las masas? Tampoco
la ambición desmedida de Calígula (extraviado emperador romano que hasta nombró
a su propio caballo cónsul de Roma). Estoy de acuerdo en que el dinero no consigue
que el perro nos mueva la cola. Muchas cosas no se compran con dinero, pero
otras si, y las pagamos bien caras…
La simulación,
la hipocresía o socarronería es común en algunos círculos sociales, confesar
que amamos el bienestar como pertenencia no tiene por qué ser malo, bien vale
la pena trabajar para mejorar nuestro estatus.
Estamos en este planeta porque somos materia,
amar nuestra carrocería es un deber tan plausible como amar la libertad. Si no
nos queremos a nosotros mismos y hacemos respetar nuestros derechos, mal
podemos hacerlo con nuestros semejantes.
A menudo el
proceso de lo nuevo, no nos deja ver lo antiguo. El individuo que posee
conciencia de su ego, adquiere mayor capacidad de solvencia ante la presencia
de un obstáculo, el super-ego no puede
aceptar frustraciones o represiones, ya que la consciencia va unida a los
procesos. Cuando el derecho de individualidad se desdibuja, se termina no
diferenciando el entorno. La sumisión es por regla general falta de
personalidad y masoquismo, diría el psicólogo, a veces basta una pequeña provocación
para liberar el bloqueo con la explosión. El fogueo o desbloqueo lo expresamos
a través de la palabra, la mirada y el cuerpo. Las emociones reprimidas siempre
buscan la forma de aflorar a la superficie si no queremos enfermar, pues la conciencia
si bien soluciona problemas, también los crea. Pese a ser el hombre un ser racional no
podemos tener el control absoluto de nuestras emociones, dado que un afecto no
puede ser reprimido a voluntad salvo que otro afecto más fuerte lo tape. Nuestro
deseo por sí solo muchas veces fracasa. Es como alimentar una idea, cuando esta
se amplía hasta convertirla en una persecución fija.
Ambicionar no
es prejuicioso o amoral, es la falta de actividad, la quietud y el conformismo
lo que finalmente nos termina matando.
Creo que la
palabra “esquizoide” se puede aplicar a una persona que tiene disminuido el
sentido del Yo. Cuando el contacto
con el sentir se ve reducido, el hombre debe considerarse enfermo. La mirada
típica de un esquizoide es de lejanía, de ausencia, de nada… La caída de
carácter, sea por obligación educacional, o por imagen, no es muy aconsejable.
La represión a la salida de emociones, tan infiltrada por formación cultural y
las buenas costumbres fundada en la frase “No es de hombres llorar ni
exteriorizar dolor”, es equívoca. No es carencia de hombría la exteriorización
del llanto, más bien su represión expresa un grave error educacional. Las
expansiones y manifestaciones son el lenguaje del ego. El cuerpo por regla
general, sabe y regula sus necesidades por si solo hasta establecer un
equilibrio. Nuestra primera manifestación de estar parados es equilibrando
nuestras dos piernas hasta establecer la actividad rítmica del cuerpo. Como
hacen los simpáticos pingüinos. Si sabemos observar, la naturaleza siempre es
un referente.
No somos muy
conscientes de las emociones reprimidas, ni de la necesidad de impulsión de
nuestras fuerzas expansivas que proceden
de la energía y la libertad de expresión. El cuerpo guarda sabiduría que no
debemos desoír o desdeñar porque nos defiende tanto del plano psíquico como del
corporal. Nuestra educación muchas veces es claustrofóbica, más que reprimir debiera estribar en respetar las
diferencias.