viernes, 19 de febrero de 2016

De cómo nos comimos a la abuela María

Cuento del libro Se le volaron los pájaros
  
Fue en la época de la guerra Civil Española- 1936-1939-, Como ya es sabido desde las Islas Canarias en el avión Dragón Rápide. Digitado por Marc entre otros, y con orden de infiltrarse en Sevilla un 17 de julio del 36  aterriza  el General Francisco Franco, encabezando desde Marruecos, el alzamiento contra la República. Levantamiento que como ráfaga se extendió rápidamente por todo el país. (Juan March Ordinas, fue uno de los financieros de la sublevación y quien impartió la orden y pagó el alquiler del avión que trasladó a Francisco Franco Bahamonde, para empezar la contienda. March, fue un empresario español que comenzó su fortuna en actividades de contrabando y que en 1911 obtuvo el monopolio de Marruecos).
Tras el asesinato del socialista Castillo, elementos de izquierda  como represalia matan el 13 de julio del 36, a Calvo Sotelo. Lo que fue  el detonante de la Guerra Civil. Oportunidad muy bien aprovechado por Franco. Mientras anarquistas, socialistas, y comunistas se han hecho fuertes contra los militares que se han unido al Alzamiento Nacional encabezado por Franco el 18 de julio del 36 y España se divide en dos.
La aviación alemana sobrevuela día y noche  descargando su mensaje  de muerte, mientras el pueblo corre despavorido buscando donde hallar un rincón   para pasar la noche con el cuerpo y alma enteros sin tener que palpar a cada rato  si nuestros miembros seguían con nosotros agazapados en cunetas o refugios transitorios
Después de tanta opresión de años, el país clamaba libertad. No quiere trabajar bajo imposición. Se niega a seguir produciendo para beneficio de otros. No quiere más Ayuntamiento ni patronaje, ya harto, busca refugio en el comunismo libertario.
España con su contrarrevolución fue la primer Nación que se levantó como réplica viril al Fascismo Internacional. Su guerra fue una batalla que marcó la otra guerra, la que se desencadenó ni bien Franco tuvo a España a su favor. El ejército Franquista  bajo el nombre de “Dirección Azul y la Legión de Honor”, combatió tres largos años bajo las órdenes de Hitler y Mussolini. Nuestros barcos fueron el mejor anclaje y refugio y las mejores reservas de abastecimiento de los submarinos alemanes mientras España se desangraba tras la voz de Dolores Ibárruti, más conocida como “La Pasionaria” arengando el ¡No pasarán.  Moriremos de pie antes que vivir arrodillados!
En ese aciago tiempo nadie desdeñaba las peñas de Madrid. No hay mejor compañía ni mejor válvula de escape que una mesa bien “conversada”. Entre amigos se podían intercambiar pareceres, discusiones y recuerdos con genios como: Valle Inclán, Machado, Ortega y Gasset, Azaña, Indalecio Prieto, Ménendez Pidal, Ramón y Cajal, entre otros... Esas mesas eran la ebullición del saber. Como alguien bien dijo.” Mesas embrutecidas de tanto saber”.  Hasta que la Quinta Columna tuvo que expatriarlos a todos…
Allí se hablaba del confinamiento que en 1924, Primo de Rivera realizó a Don Rodrigo y su mejor amigo, el filósofo Don Miguel de Unamuno. Enviándolos a la Isla Canaria de Fuerteventura, lugar desértico donde solamente las cabras subsistían. Con gran riesgo se organizó la fuga que consistía en saltar por un ventanuco y bajar por una escalera albañil. Unamuno, se negó a andar agazapado como gato de azotea, negativa que Don Rodrigo amenazó con romperle la cabeza con su nudoso bastón, temeroso de que se rompiera el bastón y no su cabeza, porque así como era de inteligente y sabihondo, cuando se empecinaba tenía fama de ser terco como mula vieja. ¡Formulas que usan los españoles para entenderse!
El pobre Unamuno, murió “del mal de España” Viejo, cansado y exilado en Francia. Según palabras pronunciadas por su amigo Ortega y Gasset desde Salamanca.
Mucho se habló al principio de la guerra del crimen de Granada, denominado así al fusilamiento del poeta Federico García Lorca. Pese a que Lorca nunca se alistó a ningún partido político, regresando de México de la inauguración de “La Casa de Bernaldo Alba”. Lo arrestan en Los Rosales, paradero de dos amigos franquistas que le dieron asilo. Por orden del Comandante Valdés Guzmán, se lo llevaron, quien más tarde firma su sentencia de muerte por haber intentado ser libre. Nos dejó como recuerdo sus últimas palabras, “Muero por los que nada tienen y aun ese nada les es negado”.
En 1937, Maza es detenido por la SIM (Servicio de Información Militar) y conducido al barco Uruguay que fondeaba el puerto de Barcelona convertido en cárcel flotante. Zafó de puro milagro, aprovechando el caos de un bombardeo.  Detrás de todas esas y otras “evaporaciones” estaba la otra guerra. La del Hambre, que en mayor o menor escala, azotaba a todos. La gente enardecida y famélica asaltaba negocios de abastecimiento. Terminaron con las palomas y se llegó hasta la muerte por inanición. Cada barriada era un campamento donde las requisas tomaban el carácter de revolución social. El pueblo ya estaba harto de ingerir bellotas, algarrobas, y habas como los cerdos. ”Menos Franco y más pan blanco” gritaba la urbe contra la dictadura.
De Buenos Aires, los que teníamos familiares, apiadados mandaban periódicamente encomiendas con comestibles que algunas veces llegaban y otras eran confiscadas, incautadas o requisadas por otros más hambrientos que nosotros. Como recompensa, vía Marsella, nos llegó asombrosamente en sólo quince días una encomienda enorme. Latas de Corneed Biff, lengüitas de cordero, lomitos de atún, sardinas al aceite y todo tipo de envasados. ¡Fabuloso! Con sólo contemplarlo ya nos parecía haberlo comido. Hasta contenía polvos para hornear…eufóricos invitamos a los amigos a comer buñuelos! Cuando hay hambre, nada alegra más el estómago y el alma que una buena comida compartida. Por fin la mesa comúnmente solo llena de buenas ideas, la cambiamos por la acción y ¡comimos como Heliogábalos!
Una semana después y con bastante atraso, nos llegó una carta fechada tres meses antes, donde nos comunicaban la muerte de nuestra abuela y su última voluntad de que sus cenizas y sus bienes fueran repartidos a sus nietos.

Ya pasaron muchos años y entre otros muchos recuerdos  conservo el de haberme comido en buñuelos a mi difunta abuela María.