Cuento del libro Se le volaron los pájaros
Fue en la época de la
guerra Civil Española- 1936-1939-, Como ya es sabido desde las Islas Canarias
en el avión Dragón Rápide. Digitado por Marc entre otros, y con orden de
infiltrarse en Sevilla un 17 de julio del 36
aterriza el General Francisco
Franco, encabezando desde Marruecos, el alzamiento contra la República.
Levantamiento que como ráfaga se extendió rápidamente por todo el país. (Juan
March Ordinas, fue uno de los financieros de la sublevación y quien impartió la
orden y pagó el alquiler del avión que trasladó a Francisco Franco Bahamonde,
para empezar la contienda. March, fue un empresario español que comenzó su
fortuna en actividades de contrabando y que en 1911 obtuvo el monopolio de
Marruecos).
Tras el asesinato del
socialista Castillo, elementos de izquierda
como represalia matan el 13 de julio del 36, a Calvo Sotelo. Lo que
fue el detonante de la Guerra Civil.
Oportunidad muy bien aprovechado por Franco. Mientras anarquistas, socialistas,
y comunistas se han hecho fuertes contra los militares que se han unido al
Alzamiento Nacional encabezado por Franco el 18 de julio del 36 y España se
divide en dos.
La aviación alemana
sobrevuela día y noche descargando su
mensaje de muerte, mientras el pueblo
corre despavorido buscando donde hallar un rincón para pasar la noche con el cuerpo y alma
enteros sin tener que palpar a cada rato
si nuestros miembros seguían con nosotros agazapados en cunetas o
refugios transitorios
Después de tanta
opresión de años, el país clamaba libertad. No quiere trabajar bajo imposición.
Se niega a seguir produciendo para beneficio de otros. No quiere más
Ayuntamiento ni patronaje, ya harto, busca refugio en el comunismo libertario.
España con su
contrarrevolución fue la primer Nación que se levantó como réplica viril al
Fascismo Internacional. Su guerra fue una batalla que marcó la otra guerra, la
que se desencadenó ni bien Franco tuvo a España a su favor. El ejército
Franquista bajo el nombre de “Dirección
Azul y la Legión de Honor”, combatió tres largos años bajo las órdenes de
Hitler y Mussolini. Nuestros barcos fueron el mejor anclaje y refugio y las
mejores reservas de abastecimiento de los submarinos alemanes mientras España
se desangraba tras la voz de Dolores Ibárruti, más conocida como “La Pasionaria”
arengando el ¡No pasarán. Moriremos de
pie antes que vivir arrodillados!
En ese aciago tiempo
nadie desdeñaba las peñas de Madrid. No hay mejor compañía ni mejor válvula de
escape que una mesa bien “conversada”. Entre amigos se podían intercambiar
pareceres, discusiones y recuerdos con genios como: Valle Inclán, Machado,
Ortega y Gasset, Azaña, Indalecio Prieto, Ménendez Pidal, Ramón y Cajal, entre
otros... Esas mesas eran la ebullición del saber. Como alguien bien dijo.”
Mesas embrutecidas de tanto saber”.
Hasta que la Quinta Columna tuvo que expatriarlos a todos…
Allí se hablaba del
confinamiento que en 1924, Primo de Rivera realizó a Don Rodrigo y su mejor
amigo, el filósofo Don Miguel de Unamuno. Enviándolos a la Isla Canaria de
Fuerteventura, lugar desértico donde solamente las cabras subsistían. Con gran
riesgo se organizó la fuga que consistía en saltar por un ventanuco y bajar por
una escalera albañil. Unamuno, se negó a andar agazapado como gato de azotea,
negativa que Don Rodrigo amenazó con romperle la cabeza con su nudoso bastón,
temeroso de que se rompiera el bastón y no su cabeza, porque así como era de
inteligente y sabihondo, cuando se empecinaba tenía fama de ser terco como mula
vieja. ¡Formulas que usan los españoles para entenderse!
El pobre Unamuno,
murió “del mal de España” Viejo, cansado y exilado en Francia. Según palabras
pronunciadas por su amigo Ortega y Gasset desde Salamanca.
Mucho se habló al
principio de la guerra del crimen de Granada, denominado así al fusilamiento
del poeta Federico García Lorca. Pese a que Lorca nunca se alistó a ningún
partido político, regresando de México de la inauguración de “La Casa de
Bernaldo Alba”. Lo arrestan en Los Rosales, paradero de dos amigos franquistas
que le dieron asilo. Por orden del Comandante Valdés Guzmán, se lo llevaron,
quien más tarde firma su sentencia de muerte por haber intentado ser libre. Nos
dejó como recuerdo sus últimas palabras, “Muero por los que nada tienen y aun
ese nada les es negado”.
En 1937, Maza es
detenido por la SIM (Servicio de Información Militar) y conducido al barco Uruguay
que fondeaba el puerto de Barcelona convertido en cárcel flotante. Zafó de puro
milagro, aprovechando el caos de un bombardeo.
Detrás de todas esas y otras “evaporaciones” estaba la otra guerra. La
del Hambre, que en mayor o menor escala, azotaba a todos. La gente enardecida y
famélica asaltaba negocios de abastecimiento. Terminaron con las palomas y se
llegó hasta la muerte por inanición. Cada barriada era un campamento donde las
requisas tomaban el carácter de revolución social. El pueblo ya estaba harto de
ingerir bellotas, algarrobas, y habas como los cerdos. ”Menos Franco y más pan
blanco” gritaba la urbe contra la dictadura.
De Buenos Aires, los
que teníamos familiares, apiadados mandaban periódicamente encomiendas con
comestibles que algunas veces llegaban y otras eran confiscadas, incautadas o
requisadas por otros más hambrientos que nosotros. Como recompensa, vía
Marsella, nos llegó asombrosamente en sólo quince días una encomienda enorme.
Latas de Corneed Biff, lengüitas de cordero, lomitos de atún, sardinas al
aceite y todo tipo de envasados. ¡Fabuloso! Con sólo contemplarlo ya nos
parecía haberlo comido. Hasta contenía polvos para hornear…eufóricos invitamos
a los amigos a comer buñuelos! Cuando hay hambre, nada alegra más el estómago y
el alma que una buena comida compartida. Por fin la mesa comúnmente solo llena
de buenas ideas, la cambiamos por la acción y ¡comimos como Heliogábalos!
Una semana después y
con bastante atraso, nos llegó una carta fechada tres meses antes, donde nos
comunicaban la muerte de nuestra abuela y su última voluntad de que sus cenizas
y sus bienes fueran repartidos a sus nietos.
Ya pasaron muchos
años y entre otros muchos recuerdos
conservo el de haberme comido en buñuelos a mi difunta abuela María.
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