viernes, 20 de noviembre de 2015

Encuentro con Emiliano

Gitaneando
Fragmento de la novela 
"Bernarda, demasiado mujer para un solo hombre"


Acosada por el hambre, se mete en una taberna Sevillana. Sin pensar siquiera como lo va a pagar, pide un emparedado de jamón y un vaso de agua. Se da vuelta y observa que alguien la está dibujando. Incitada por la curiosidad se levanta y va hacia la mesa. El pintor es un tipo con bastante pinta, jovial, risueño,  extravertido, la invita a sentarse, le pregunta si le gusta el retrato y empiezan una amena y larga charla. Se gustan, y entre otras cosas, le propone que sea su modelo. Sin nadie ni nada que perder y ante la perspectiva anémica de su bolsillo,  acepta.  Se la lleva a su buhardilla, y allí conviven unos  largos meses.
En esos primeros retaceos por Sevilla, conoce varios grupos de gente del  arte. Se hace muy amiga de María, mayor que ella en edad y pareja de un profesor complutense de literatura. Juntas recorren los barrios típicos, y el cante hondo, van a tablaos, piden tapas, conversan con los parroquianos. En las callejuelas sevillanas aprenden a tocar castañuelas y los  típicos bailes sevillanos que ensayan en bodegones, Cuando Bernarda baila, sus movimientos están envueltos en una sensualidad perturbadora que atrae. Se divierten, carcajean, sus charlas son amenas. María, la invita a su casa con frecuencia. Se queda a dormir, la busca, la mima, y una noche la requiere para compartir la cama con Eduardo, su pareja. En ese revoltijo descubre que su amiga es bisexual. María está prendada de  Bernarda, le cuenta a Emiliano y de a poco decide ir tomando distancia…
Mientras, su amigo la pinta de mil maneras, desnuda, vestida, bailando, riendo, enfurruñada… Hasta que deciden viajar al epicentro de la movida. Madrid, para tratar de conectarse con  alguna galería y exponer. Negocian en casas de subastas, exposiciones y  ferias, donde se originan los mayores centros de consumo,  venden todo, y le encargan más cuadros (El arte ama el dinero y el dinero ama el arte.) Mucha obra de pintura se expende en el mercado del arte.  Por primera vez, después de tanto tiempo, Bernarda tiene en su mano un duro ¡No lo puede creer!, lo mete entre los dientes, lo muerde para convencerse que es real. Decide gastarlo, comprarse ropa, y hospedarse en un mejor lugar. Alquilan. Emiliano se hace conocer y empieza a cotizarse  en el mundillo del arte. Viajan a Barcelona, Lisboa, Oporto, París, Roma… realizando varias exposiciones. Se codean con la sociedad adinerada. Inversores, marchants. Su particular estilo de pincelada se  impone, toma  impulso y se  cotiza fuerte.
Bernarda quiere mejorar su estatus cultural y se dedica a practicar idiomas. Se da cuenta  que la vida la va arrastrando a un ambiente donde tiene mucho que aprender. Como buena alumna, se exige, e instruye rápido, sin reparo va adquiriendo lugar en lo mejor y más escogido de los mundos. Olfatea la opulencia y con placer se acomoda donde es admirada. Con su despliegue, su cuerpo y una altura de 1,78, no pasa desapercibida. De carácter risueño, siempre alegre, consigue buena compañía para teatros, conciertos y fiestas.
 La sensualidad de Bernarda desborda. Morena, de ojos azabache enmarcados por largas y espesas pestañas, cuello erguido como cisne. Voz grave,  boca más bien grande, sus labios carnosos se entreabren como frutos, como higos en sazón, de afable sonrisa, cuando  ríe, deja visibles como caracolas dos filas de dientes compactos y muy blancos. El hoyuelo en el mentón,  agrega  simpatía a su fisonomía.  
Su personalidad impacta. Pulposa, de interminables piernas torneadas a fuego, enfundadas en una ajustada minifalda que insinúa en sus nalgas la redondez y tersura de la manzana. Hombros anchos con senos enjutos, que oscilantes se mecen como almendros, a través de sus prolongados escotes se vislumbran los pezones duros como avellanas. Cuando Bernarda mueve sus ancas de oro y ébano los hombres se dan vuelta para mirarla. Su andar de viento irradia luz y sensualidad. Se rumorea que bajo las sábanas es un potro desbocado de monta sólo para privilegiados.

Sentada en el bar del Plaza Hotel parece salida de un cuadro de Romero de Torres. A distancia su piel fresca se huele como la madreselva presintiendo su estremecimiento, Contemplarla despierta el secreto de  vibración intensa que anida en cada hombre.   

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