Fragmento de la novela "Bernarda, demasiado mujer para un solo hombre"
Zayed Abdulaziz, por negocios debe viajar a Dubai. Abu Dhabi, la capital de Dubai creciendo a ritmo de infarto, símbolo de una riqueza material entre ostentosa y lúdica y requiere su compañía. Bernarda acepta encantada sabiendo lo que ello conlleva… El potentado imperio árabe que se levanta entre las nubes la deslumbra. La tecnología de las grandes obras arquitectónicas. Sus rascacielos, sus torres como aguja hacia el infinito. El BurjKalifa de 828m. (hasta la punta de la antena). Por ahora, la torre más alta del planeta, y un ascensor que sube a diez metros por segundo. En el piso 122, el Hotel Armani tiene instalado a todo lujo el restorán más alto. Subir hasta el piso
La
mayor parte de los universitarios son mujeres que conducen sus propios autos.
Dubai es la ciudad más liberal de los Emiratos Árabes Unidos. Mientras, Bernarda, sueña… Sueña con encontrar a su padre Ad I Marat. Su madre se lo
ha hecho saber en su lecho de muerte. Reserva sus intenciones hasta averiguar
quién es, qué papel desempeña en ese poderoso mundo imperial en el que acaba de
entrar.
Convive
con Zayed que ha caído hechizado en sus redes, y de a poco se va adueñando de
la mansión. Piensa en Emiliano y sus desnudos. Con la excusa de hacerse un
retrato para obsequiar a Zayed, lo busca. Lo hace entrar al palacio. Emiliano
se deslumbra, su vista se pierde tras los salones de tupidas alfombras turcas,
de Azerbaijan y las francesas de Aubussón, los bargueños de Vargas. Los cuadros
de Velásquez, Goya, V. Serov, Leonardo y Toulouse, y las impactantes lámparas de cuarzo cargadas de
caireles de cristal de Bohemia y Baccarat.
Su
reencuentro es conmovedor hasta las lágrimas. Le ruega que a cualquier precio,
se ocupe de rescatar los desnudos de aquella época. Emiliano la tranquiliza
manifestando que de aquel tiempo hasta ahora, su personalidad ha cambiado tanto
que es un tanto difícil identificarla. Le promete ocuparse, ella se ofrece para
cualquier cosa que necesite. Está en posesión de poderle acercar cualquier
ayuda económica. Le da un abrazo, la felicita, le agradece y se pone a trabajar
plasmando como mejor puede, su reconocida figura ahora envuelta en un elegante Sarí. De muchas cosas dialoga con
Emiliano mientras le posa. Terminado el retrato, en la despedida su amigo le
dice “Yo no soy profeta pero presta atención a lo que haces, no termines como
la araña que cuando quiere zafar se da cuenta de que está atrapada en su propia
red. Le contesta con un apretado abrazo haciéndole saber que lo único que la
guía es averiguar quién es su padre. Para ella como para el sheikh, la
palabra imposible no existe.
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