jueves, 3 de marzo de 2016

La Venganza

Cuento del libro Se le volaron los pájaros

Blanca Herrera. Demasiada mujer para un solo hombre.
Blanca trabajaba de noche en un lujoso prostíbulo convirtiéndose en la favorita de los clientes. Su altura de 1,77 llamaba la atención. Pulposa de cuerpo, su movimiento sensual, flameaba su caminar despertando la lujuria viril. El retrato de la prostituta le encajaba a la perfección. Explotaba bien su abundancia física y sabía cotizarse engatusando la fogosidad masculina. Gracias a sus actitudes contaba con un buen pasar económico y se podía dar el lujo de elegir.
El Zurdo Acuña después de visitarla, la invitaba a bailar a boîtes en boga y restaurantes lujosos.  Seducido por su imagen, se lucía con ella comiendo como un gourmet dando importancia a cada plato. En todo momento se mostraba ante Blanca ostentosamente generoso. En alguna oportunidad, sin titubeos, le había pedido que se casara. La magia del amor lo tenía atrapado.
Cansada de tanto trote Blanca se había sosegado. Acostumbrada a su trato decide aceptar su reiterada petición de boda. En los primeros tiempos se siente tranquila con la renuncia a su vida íntima, pero con el correr del tiempo empieza hacer mella su fidelidad y vuelve a los flirteos acostumbrados con gentes que la requieren. En ausencia del Zurdo se sume en la noche en el burdel de Harriet, ya casi borrado de su memoria. Un tanto harta de la rutina de pareja, le divierte la disparidad viril. Algunos amigos le habían advertido a Acuña que abriera el ojo, “la cabra al monte tira”. Recibe unos anónimos…La hace seguir de cerca. Constatando sus infidelidades su dolor adquiere la dimensión humana. Mancillada su hombría, promueve su venganza.
 Se acuerda de su amigo Emiliano y lo visita. Le hace saber que su mujer ha vuelto a la esclavitud sexual de la prostitución y le propone un trato.
Emiliano redondea aproximadamente los cuarenta y cinco años, cara cuadrada buenos rasgos, ojos pardos, pelo rubión, alto y entrador. El arquetipo del aventurero sexual, amoral y sin escrúpulos. Fugitivo siempre de la justicia. Lo sabía enfermo, muy enfermo. Mujeriego, en su largo historial donjuanesco se le habían hecho carne los virus y las enfermedades venéreas agrupadas.
Ahora el destino le pone en las manos la gran ocasión de saciar sus deseos carnales con Blanca Herrera. De tan sólo pensar en ella se la hace agua la boca, como perro hambriento.
La condición es: tomarla sin precauciones y darle todo el amor que te requiera.

Cerrado el trato el Zurdo parte a la ciudad para desfogar un poco su calentura y su venganza en el olvido...


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