Relato del libro Cuentos para niños y no tan niños
El majestuoso profundo inconmensurable y fascinante mar, siempre igual, siempre cambiante, con movimientos ondulantes que derivan de incesantes corrientes que juegan contigo y conducen a tremendos abismos de océanos obscuros a perpetuidad.
Con opulencia de vida orgánica, de animales extraños y música de ecos, sin límites ni fronteras, sin urgencias terrenales. Sensaciones de hechizo… de libertad, sin premuras, sin agresiones humanas... Concentración de energías y relajamiento del alma en un dejarse ir…
El majestuoso profundo inconmensurable y fascinante mar, siempre igual, siempre cambiante, con movimientos ondulantes que derivan de incesantes corrientes que juegan contigo y conducen a tremendos abismos de océanos obscuros a perpetuidad.
Con opulencia de vida orgánica, de animales extraños y música de ecos, sin límites ni fronteras, sin urgencias terrenales. Sensaciones de hechizo… de libertad, sin premuras, sin agresiones humanas... Concentración de energías y relajamiento del alma en un dejarse ir…
El mar su hechizo y
su riqueza son fascinantes. Cubre cerca de las tres cuantas partes de
la superficie terrestre. Símbolo de biología. Unión de dos átomos de hidrógeno y
uno de oxígeno, convertido en fuente de energía. Con su composición de
minerales, cloruro de sodio, crustáceos y cardúmenes mantiene toda su residencia. Mientras que en la Tierra , día tras día,
arañando la superficie sólida del planeta, tratamos desesperadamente de cubrir
nuestras más apremiantes necesidades y apenas lo logramos.
El mar… Símbolo de
libertad. Un lugar donde todos los caminos son posibles. Con cálidas playas soñadas, aguas magníficamente
transparentes y serenas. Horizontes que provocan fruición de viajar, de
recorrer otros destinos. En su capacidad mutante, de ser mar, río, lago, hielo,
pasar a evaporarse, y convertirse en atmósfera, nube, y precipitarse en
tormenta, lluvia, y rocío... Simboliza el eterno retorno, de un mundo de ciclos
constantes a los cuales el hombre no escapa. Cada retroceso de ola es un punto
de partida para un nuevo avance, demostrándonos la perseverancia de la vida.
El
mar, la gran mar. No deja de ser un lugar de contradicciones, placeres, y misterios abismales. El mar con sus bellas
caracolas producen vida, pero también se enfurece y se la lleva. El agua hace
flotar el barco pero marcando la fugacidad de las cosas, igualmente puede hundirlo. Te eleva y te
profundiza en su movimiento incesante, plena mar, baja mar, su corriente juega,
te traga y te zarandea al ritmo de su respiración. La falta de límites nos
asusta, lo humano se rebela para no perdernos en su inmensidad alrededor de una
solemne calma y soledad en lo infinito, sin el aullido del animal humano, sin piedra
firme donde agarrarte.
Estoy
convencida que el agua es origen, sustrato y causa de todo. El agua es vida y
muerte. El caldo salobre de nuestro origen donde paso a paso gracias al fluido
llegamos a ser lo que somos, nosotros los humanos y el resto de los seres
animados. En algún momento será su desborde el que va a cubrir la tierra
originando su Fin.
El mar también es
invasor. Cuando se siente agredido por
los salvajes vendavales o azotado por la tierra, sin respetar resistencia, atrozmente
autoritario responde bravío como un big-bang
temerario. En su concentración de potencia y salvajismo con su oleaje de
eternidad arrasa con todo cuanto ve a su paso.
Ese vigor, esa demostración de ira y fortaleza,
es la mar que yo respeto y amo.
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